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La humildad del que sabe de verdad

En la tarima de un concierto de esos con mucha gente, Bruce Springsteen recibe un papel con algo escrito. Lo abre, se trata del nombre de un tema, un fan le está pidiendo que interprete “You Never Can Tell”, uno de esos clásicos inmortales del rock’n roll, de Chuck Berry para más señas, (que sonó en la famosa escena del baile de Uma Thurman y John Travolta en Pulp Fiction).

Obviamente que no está en el playlist del concierto de Springsteen, pero con una humildad que asombra, (a ver, estamos hablando de uno de los más importantes exponentes del rock norteamericano, apodado The Boss, para más señas), Springsteen comienza a tararear el tema, a buscar los acordes con la guitarra, a ponerse de acuerdo con el resto de la banda, allí, en vivo, en tarima, con todo el mundo viendo y una cámara grabando, (grababan ya el concierto). “Este tono es muy alto, se me va a ir la voz”, dice en uno de esos momentos cuando tararea. Le da unas últimas instrucciones a los metales, y escuchamos como dice “one, two, three…!” y comienza a cantar su versión, extraordinaria por supuesto de You Never Can Tell.

Me alegró la mañana del sábado, porque por esas casualidades de la vida y las redes sociales, fue lo primero que se me apareció al frente en la pantalla del iPhone. Lo compartí de inmediato con mis amigos, y muchos de ellos tuvieron la misma reacción que yo. Les alegró el día.

Y no solo por lo bien interpretado del tema, y la maestría de Springsteen (por algo es The Boss, ¿no?), sino por su humildad. Una persona que está en lo más alto de su carrera y del mundo donde se desenvuelve, y tiene la humildad de intentar aprender a tocar una canción allí en tarima, sin vergüenza alguna de que lo estén viendo, sin problema de que la canción no es de el sino de otro artista, para complacer a su público, pero también para probarse él mismo. Y por qué no, por diversión, porque al final todos queremos disfrutar de lo que estamos haciendo, y no llamarlo trabajo, sino pasión.

“Stay hungry, stay foolish”, decía Steve Jobs. Qué mejor ejemplo que este. No importa si eres “el jefe”, siempre tienes que estar abierto a aprender, a crecer.

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