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Celebrar lo logrado

En el último capítulo de mi libro, REMIX, cuento una anécdota de cuando trabajaba en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, Sofía Imber, como diseñador de exposiciones (“museógrafo”), y de la satisfacción que sentía cuando al finalizar los montajes, venía la apertura de la sala a la prensa y el público. Ese momento se celebraba con el vernissage, que es un término que viene de la palabra “vernís” (barniz en español) y se refiere a una antigua tradición de los artistas de invitar a los patrocinadores a ver las pinturas antes de que se les aplicara el barniz final.

Al terminar el montaje de una exposición, con las obras en sala, los rótulos informativos, la iluminación perfecta y todo en su lugar, se abren las puertas a un pequeño grupo de curadores, periodistas, críticos de arte y, por supuesto, artistas para presentar las obras antes de darle acceso al público en general. Se trata de un evento social donde se suele hacer un brindis, pero lo más importante es que es allí cuando disfrutas viendo el resultado de tu trabajo.

Así como se disfruta del trabajo terminado y bien hecho, hay una sensación de angustia cuando tienes cosas pendientes. No me refiero a la ansiedad de los que piensan que siempre les falta algo, sino a cuando realmente sabes que te falta algo, cuando estás en medio de un proyecto y tienes que pausar para continuar al otro día, y hasta te despiertas en medio de la noche pensando en los detalles de lo que te hace falta hacer.

Ese momento entre el trabajo sin acabar y la idea de completarlo es donde la ansiedad tiende a colarse, casi como un crítico silencioso. Es normal que el cerebro, siendo la herramienta imparable que es, no se detenga hasta que todo esté en su lugar. Esa inquietud puede ser agotadora, pero en lugar de dejar que nos venza, podemos aprender a canalizarla para que trabaje a nuestro favor. Aquí van cuatro maneras de transformar ese impulso en algo positivo, una especie de “vernissage” de nuestra paz mental.

1. Toma un descanso con propósito
Detenerte intencionalmente para cambiar de actividad, aunque sea unos minutos, envía un mensaje claro a tu cerebro: “No todo es urgente”. Haz algo que contraste con la intensidad del proyecto, como salir a caminar o leer algo sin relación alguna con tu trabajo. Esto no solo baja el estrés, sino que permite que las ideas maduren sin presión y deja tu mente más clara para cuando regreses.

2. Crea una lista rápida de pendientes realistas
En lugar de un interminable “to-do list”, escribe solo tres puntos que sabes que son alcanzables en el corto plazo y que, al completarlos, te harán sentir un progreso tangible. No importa si aún falta mucho; saber que avanzas en lo esencial calma esa parte de ti que busca constantemente el control.

3. Cambia de perspectiva y visualiza el objetivo mayor
Es fácil enredarse en los detalles pendientes, pero hacer una pausa para visualizar el resultado completo – lo que te motivó a comenzar el proyecto en primer lugar – te ayuda a recordar por qué estás ahí. Al ver el proyecto como un todo, se convierte en una obra en proceso y no en una serie de tareas inconclusas, reduciendo la ansiedad de cada paso específico.

4. Practica la gratitud por lo que ya has avanzado
Tómate un momento para reconocer cuánto has logrado hasta ahora. La gratitud, aunque no parece una técnica de productividad, te permite reconocer el progreso y sentir una satisfacción que puede aligerar la presión. Este enfoque te ayuda a disfrutar el proceso sin perder de vista que cada avance, por pequeño que sea, es un paso hacia la meta final.

La ansiedad de no terminar un proyecto es como ese momento previo al vernissage: un compás de espera, una pausa necesaria antes de presentar tu obra. Es natural sentir inquietud, pero puedes hacer que el proceso de espera se convierta en algo positivo. La clave no siempre es terminar más rápido, sino disfrutar el viaje creativo y reducir el estrés.

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