Este mes estuve en dos ciudades, semana de por medio, reunido con dos de los equipos con los que trabajo durante el año de forma híbrida (es decir, a veces de forma presencial, a veces de forma remota).

En ambos casos tuve la misma reflexión, y es que por un lado pensaba en la gran suerte que es trabajar con algunas personas, y allí me iluminaba la razón principal por la que esto pasa: las relaciones se construyen con el tiempo, y tienes que dar para recibir….

Tres tipos de relaciones.

En el mundo de las relaciones de trabajo, hay tres formas en que la gente se conecta, y entenderlas puede cambiar completamente tu desempeño en el ámbito profesional.

Primero, está la conexión por interés. Aquí, todo gira en torno a “¿Qué puedes hacer por mí?” Es práctico, sí, pero no esperes que dure una eternidad. Una vez que el beneficio desaparece, lo mismo sucede con la conexión. Es esa gente de la que nunca más supiste nada, o ellos de ti.

Luego, tienes las conexiones por placer. Estas son las risas en el comedor o en la terraza, los compañeros con los que vas a almorzar o a tomarte algo. Es genial mientras dura, pero como los gustos cambian, estas conexiones pueden desvanecerse tan rápido como aparecieron.

Pero aquí está el verdadero tesoro: las conexiones por virtud. Esta es la liga mayor de las relaciones laborales, donde la conexión se basa en el respeto mutuo, la admiración por el carácter del otro y el deseo genuino de apoyarse mutuamente. No se trata de lo que puedes sacar de la relación, sino de cómo puedes contribuir a ella.

Cuando llevas tus relaciones laborales a este nivel, estás jugando a largo plazo. Estas conexiones no solo sobreviven a los altibajos del mundo empresarial, sino que también se fortalecen con el tiempo. Es aquí donde la magia sucede: colaboraciones increíbles, apoyo incondicional y una red que te impulsa hacia adelante, no porque tengan que hacerlo, sino porque quieren hacerlo.

¿Cómo se logra?

Así que, ¿cómo conviertes una relación laboral en una amistad basada en la virtud? Empieza contigo. Sé auténtico, comprometido y dispuesto a aportar sin esperar nada a cambio. Reconoce y celebra las virtudes de tus colegas. Construye sobre la base del respeto mutuo y la admiración genuina. Y recuerda, esto no sucede de la noche a la mañana. Requiere tiempo, paciencia y, sobre todo, consistencia. Tampoco funciona si no se siente de verdad.

En resumen, lleva tus relaciones de trabajo más allá del mero intercambio de favores o buenos momentos. Apunta a conexiones que se basen en la apreciación genuina de quiénes son tus colegas como personas, no solo por lo que pueden hacer por ti. Cuando logras eso, no solo estás construyendo una red profesional: estás construyendo una comunidad que te respalda, te desafía y te celebra. Y eso no solo eleva tu carrera, sino que redefine completamente el significado de colaboración y éxito.